miércoles, 9 de septiembre de 2015

28.08. Cuando no tienes (Parte 3)

El día de hoy en las montañas ha sido psicológicamente devastador. No os voy a engañar. Os miento mucho. No estoy de vacaciones y no todo son risas e historias bonitas. Las montañas tienen algo bueno, que es sentir Tanzania en estado puro, pero también tiene una parte mala, que es el peso de sentirla y la impotencia de no poder cambiarla. No darle una camiseta sin rotos al niño valiente que te persigue y te señala como si fueras lo más raro que haya visto pasar por su casa (que seguramente lo fuera), o unos zapatos a la niña que descalza se aparta del camino, bajando la cabeza y diciendo “shikamoo” (shikamoo es el saludo respetuoso que se le da a las personas mayores que tú y que tiene un significado simbólico: te toco los pies) o, como hoy me ha pasado: cruzarme con una anciana, tendida en la tierra buscando la escasa sombra de los arbustos, respirando fuerte muy fuerte, con la boca abierta e incorporarse del interés por saber qué le trae a una mzungu por su montaña.

Esta mujer al vernos preguntó en suajili quién éramos y, tras dar una breve explicación de lo que hacíamos por allí, miró al cielo con las palmas de las manos juntas y empezó a dar gracias. Gracias porque traeríamos el agua. Me miraba y miraba al cielo de nuevo, ahora con las palmas de las manos hacia arriba. Creo que fue la comunidad de la montaña donde más miseria vi. Afortunadamente estaba dentro del plan de ampliación del sistema Dindimo y en un futuro se mejoraría el acceso al agua en esta zona.


Es muy difícil acabar con cosas que están tatuadas. Me hacen gracia esas personas que se creen de verdad los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible y que tan felices dicen que para el 2030 el hambre habrá desaparecido.
Sinceramente yo no me lo creo... pero "Nadie comete peor error que aquél que no hace nada porque sólo podría hacer un poco" E. Burke

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