Permitidme una cosa: adelantarme 13 días en mi
blog y volver al presente, al día de hoy, al día de mi vuelta al Norte, de
vuelta a España, vuelta a mi casa, vuelta a la dura realidad.
Antes de nada, quiero aprovechar este momento
para agradecer a todas aquellas personas que han dedicado un ratito de su
tiempo libre en seguirme desde la distancia para leerme. He de decir que no me lo
esperaba y aunque no me creáis habéis sido un apoyo para mí y para muchísimas personas más que no conocéis pero que también
son protagonistas de esta historia: el equipo de ONGAWA en Tanzania, la madre
de los tres niños pequeños que viajaba en autobús, la mujer que soporta el peso
del cubo de agua en la cabeza, los niños que saludan cuando pasa el coche de
ONGAWA por la montaña,… Todos ellos son los verdaderos héroes de esta historia
y haber hecho de intermediaria, de narradora, ha sido un verdadero honor. Ahora
todos vosotros lleváis también un trocito de Tanzania y espero que, de alguna
manera, hayáis visto que los estereotipos sobre África son sólo eso:
estereotipos. Y que África, y en concreto Tanzania, guarda mucho cariño para dar a
todos aquellos aventureros que decidan adentrarse en sus tierras.
Hoy es un día complicado. Es el día de las
despedidas, de cerrar maletas y decir adiós a todo aquello que me ha acompañado
durante estos maravillosos 38 días. Es muy difícil decir adiós a algo que no
quieres decírselo y más aún escribir sobre ello. Es como una continua tortura,
cada palabra pesa en el teclado. Cada palabra es un recuerdo.
Me acuerdo de la primera vez que vi a Miguel
en la oficina de ONGAWA en Madrid, me acuerdo de todas las aventuras durante el
vuelo, del viaje con Nondo a Same, de entrar por primera vez en la oficina de ONGAWA
en Same y conocer a Ana, a Lola y a Alfonso, de mi primera caminata a Same
town, de mi primera cerveza tanzana, de todas las quedadas con Eduardo, de la
primera vez que probé el maravilloso pan tanzano que Ana raciona en el desayuno,
de mi primer día en la oficina, también me acuerdo del momento de bajón de los
primeros días preguntándome qué hacia allí, de mi primera visita a las
montañas, de mi primera noche en el Mkomazi, de jugar con Nil y Candela, de
todos los viajes que hemos hecho durante los fines de semana, sobre todo del
fin de semana en Pangani con Ana, de mi primera y maravillosa experiencia como
profesora, me acuerdo de la gran despedida que me dieron anoche y de todas y
cada una de las palabras que Ana, Miguel, Hadija, Hadness, Alfonso, Donko,
Niwaeli, Eduardo y Beda me dedicaron. Y sí, lo reconozco, estoy llorando
porque me habría gustado poder disfrutar más esto. Cuando de verdad había
encontrado mi sitio y estaba cómoda, me tengo que levantar de la silla.
Pero quedémonos con lo bueno. Han sido 38 días
de experiencias inolvidables que me llevo en la maleta. ¿Cuánta gente tiene la
oportunidad de vivir una experiencia de estas características? Muy poca. Repito
lo que dije antes de dejar España. No hay palabras para agradecer a la UCLM y
al equipo de ONGAWA esta aventura.
De verdad os recomiendo olvidar durante un
periodo de tiempo el Norte y abrir el corazón al Sur porque, yo, por ejemplo,
lo tenía cerrado.
Asante sana Tanzania!!!!
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