0:00 asubuhi, 6:00 de la mañana. Suena el despertador y nos
levantamos sin rechistar con un único propósito: ver el amanecer de
Pangani.
La playa desierta
nos esperaba y el horizonte retiró sus nubes para compartir con nosotras lo que
cada día realizaba en soledad. Algunos cangrejos salían de sus agujeros y al
vernos se paralizaban y nos acompañaban. Otros, los menos valientes, corrían a
la orilla o se escondían entre las algas creyendo ser inalcanzables.
El mar empezó a
brillar en su límite y el cielo grisáceo fue relevado por otro de tintes áureos
y, de repente, apareció. Hipnotizadas, sin poder despegar la vista del cielo,
permanecimos hasta que las nubes que nos habían dado tregua decidieron por sí
solas quedarse con Jua, el Lorenzo tanzano.
Y nosotras volvimos
a nuestra cabaña a seguir con lo que habíamos dejado a medias hacía 30 minutos : ¡dormir otras dos horitas! Porque no había que forzar la máquina más de lo necesario. Ya tendríamos tiempo de sobra para vernos las caras y las espaldas con Jua.
Ayer obvié información importante que influirá en el día de hoy. Me recree escribiendo
sobre Maziwi, el banco de arena, y no me acordé de Julius, nuestro amigo alemán.
¿Quién es Julius? Aparte
de ser la principal distracción para la vista del Beach Crab (no tengo fotos, lo siento chicas), es un chico que dejó su casa hace un año con 1000€ en el bolsillo y se puso a
recorrer mundo trabajando como voluntario a cambio de comida y alojamiento y, de momento, no tenía intención de volver. Parece ser que a algunos alemanes
se les va la neura y lo de
pegarse un año sabático recorriendo mundo con presupuesto reducido es muy popular
antes, durante o después de la universidad. La filosofía es la siguiente:
trabajar de lo que sea para poder dormir y comer. Pero hay una cosa que no me
cuadra… Si sólo tienes 1000€, ¿cómo te desplazas? ¿cómo te pagas el billete de
vuelta? No, no, le veo lagunas… El caso es que nuestro amigo Julius
dormía, comía, CENABA CENAS DE 25 DÓLARES y bebía por hacer trabajitos de nada.
Y la noche pasada,
después de nuestra super cena ushonguera, estábamos tomándonos una soda cuando se sentó
con nosotras y estuvimos un rato largo contándonos historias y modos de ver la
vida. Tanto, que cerramos el bar pero literalmente. Todos se fueron, hasta los
camareros. Y dejamos una lista de cosas para hacer durante el día de hoy.
La primera de ellas, pasar la mañana en la
plataforma en modo filete vuelta y vuelta. La plataforma es una tabla de
madera, anclada, que está a unos minutillos de la orilla andando o nadando,
dependiendo de la marea. Julius esta mañana se
encontraba recogiendo la basura que el mar dejaba en la playa y que le quitaba
el encanto, pero en cuanto terminó se unió a la operación cangrejo y cuando nos
dimos cuenta, con la hipnosis del ruido del mar, era la hora de comer.
Como ya he recalcado en varias ocasiones, no
nos gustan los sitios de Norte en el Sur. No nos gusta que haya gente que
aproveche la situación para poner cenas de ricos cuando a 25 minutos hay
personas, hay gente local que lucha por cada miga que se lleva a la boca. Por
eso andamos 25 minutos con todo el gusto del mundo. Porque es de esta manera,
descubriendo las villas, mezclándote con la gente local, cuando consigues de
verdad empaparte del lugar y engancharte a él.
Así
que esa era nuestra segunda tarea del día de hoy. Descubrir el corazón de esta curiosa villa pesquera en la que el suelo de las casas es arena. Y lo
conseguimos con matrícula de honor.
Haciendo uso del suajili, un hombre que había
estado dando vueltas con su piki-piki (moto) por la playa en busca de mzungus alemanes
con ganas de sacar la billetera y comprar souvenirs nos reconoció y, al decirle chakula (comida), dijo que lo siguiéramos. Nos llevó a
una casa. Nos invitó a entrar y vimos cómo una mama estaba haciendo chapatis.
Nos dijo que si queríamos nos podía hacer para nosotras con judías. Encantadas.
Comimos como unas verdaderas reinas. El chapati estaba crujiente y buenísimo. Creo que ha sido la mejor comida que he
comido en Tanzania, no sé si por la situación de que una mama compartiera con
nosotras su comida y sentirnos como dos tanzanas más o porque a 25 minutos
había gente que se estaba perdiendo esto.
Volvimos encantadas, maravilladas una vez más
de la amabilidad y familiaridad de la gente, dispuestas a cumplir el siguiente
de nuestros propósitos: comernos un coco.
Eduardo, que había estado la semana anterior
en Pangani nos habló de los buenísimos que estaban y cierto es que en Ushongo
Village había montones de cáscaras. Y como buenas e inocentes novatas en
materia, con un palo que nos encontramos por la playa empezamos a golpear un
árbol para que cayera uno. Después de media hora, y de que el perro de los
dueños del Beach Crab que nos había acompañado en nuestra caminata se cansara
de vernos hacer el ridículo, lo dejamos por imposible…
Llegamos al Beach Crab y dio la casualidad de
que coincidimos con Segera, nuestro guía de snorkel del día anterior. Lo
convencimos para echar un partidillo de volley. Bueno, convencerlo no sé si es
la palabra correcta… Era o jugar con nosotras o enseñarnos a bailar el Nana de
Diamond Platnumz (os dejo el video). Diamond para los tanzanos es como lo fue para los españoles
Manolo Escobar. Todos lo conocen, todos saben bailar. Y es que esos movimientos
imposibles de caderas combinados con piernas… ¡Se nos escapan de las manos! Así
que sí, Segera prefirió echar un voley al que se unieron los jefes del Beach
Crab y Julius. Una liguilla de voley intercultural: alemán-español-tanzano
La arena quemaba y el sol abrasaba. Echamos un
partido y otro, y otro, y otro… Y poco a poco la sombra cubría la arena de
juego dando un descanso a nuestros pies hasta que, pasadas 3 horas del inicio
nos dimos un premio por el esfuerzo: un baño en el Índico, para nosotras el
último. ¡Y eso hicimos! Fuimos a la plataforma, vimos el atardecer, nos duchamos,
nos miramos al espejo y comprobamos lo que estábamos sospechando. Demasiado
sol, Jua se había encargado de colorear nuestra piel, en mi caso negro y en el de Ana rojo…
Concluimos el día con una soda y, con todo el
dolor de nuestro alma, volvimos a cerrar macutos para mañana volver a Same.
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