miércoles, 2 de septiembre de 2015

24.08. Vendedores

No teníamos pensado quedarnos anoche en Moshi pero es lo que ya dije en una entrada. Conducir de noche por las carreteras del noreste de Tanzania es una locura y habiendo terminado del safari a las 7 (de la noche) no quedaba otra opción que buscar alojamiento, intentar descansar (a lo largo o ancho de la cama, lo que más cómodo nos resultase) y pegarnos el madrugón del siglo para volver a tiempo al lunes de oficina. ¡Claro que sí! ¡A empezar el lunes con fuerza! Despertador puesto a las 5:40 de la mañana para desayunar y con suerte coger el bus de las 7:00.

Bueno pues la suerte se ve que se quedó durmiendo por nosotros… Porque el bus de las 7:00 acabó saliendo de la estación de Moshi a las 7:50. Cincuenta (lo pongo con letra que suena más dramático) preciados minutos de sueño desperdiciados esperando la salida del autobús. Viendo pasar gente y deseando que esta gente decidiera comprar el mismo billete que nosotros para poder llenar pronto y partir.

De todas formas, y por mucho que me queje, esos cincuenta minutos dieron para mucho. Dieron para ver lo que se cuece en una estación de autobuses y hasta para reflexionar sobre ello.
Una estación de autobuses tanzana es un hervidero de gente. No hace falta viajar con la compra hecha. En la estación puedes hacerla y es que puedes encontrarte de todo. Y cuando digo todo es todo, hasta pasta de dientes.


Diría que hay tres modelos de vendedor de estación de autobuses (y me refiero siempre a estación de autobuses porque el transporte de viajeros por vía férrea en Tanzania brilla por su ausencia): los que llevan en la cabeza el puesto, que generalmente son bebidas y cosas para comer; los que llevan el puesto en una tabla con enganches, que son como los que se recorren las playas de punta a punta y venden gafas, pañuelos, y resto de complementos; y luego están los más imprevisibles, que son los que se cuelan dentro del autobús antes de salir en marcha. Estos pueden vender cualquier cosa: pan de molde, comida precocinada, perfumes, medicinas, zapatos… 


Y luego hay otro vendedor que además de vender regala besos a las wazungu y alegra las mañanas a aquellas pobres ingenuas que madrugan para nada. Porque en Tanzania, la previsión se escapa de las manos de cualquiera. Hay que dejarse llevar y seguro que si no es por una cosa es por otra acabarás el día con una sonrisa. 

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