Son cosas que pasan. Teníamos planeado coger
el primer autobús y salir temprano mañana, sábado, hacia Moshi pero a las 6:30
nos recoge el driver para empezar nuestro safari. Por tanto no nos queda otra
que adelantar el viaje y dormir en Moshi hoy, viernes. Salimos de la oficina,
bajamos a Same town con la mochila y llegamos a nuestro destino a la hora justa
para que no nos pillara la noche por la carretera. Por cierto, yo no lo vi
porque no me tocó primera fila, pero Miguel alucinó con puesta de sol tras el
Kilimanjaro.
Buscamos un sitio con precio asequible para
voluntarios (no el más confortable del mundo) donde poder pasar la noche, ducha
y a ver qué se cuece por estos lares. Es de noche y mañana toca madrugón… ¿Pero
qué haces a las 7:00? ¿Irte ya a dormir?
Una persona que va a Moshi está en la
“obligación” de probar el Malindis. Una discoteca de estilo mzungu (europeo)
con grupo tocando en directo todos los viernes para tomarte tranquilamente una
soda y cenar.
Y parecerá raro, pero, qué raro resulta
encontrarte con gente blanca en Tanzania. Es como que se
te olvida, o, mejor dicho, que la gente hace que se te olvide que tú también
eres un blanco. Y me da rabia. No el hecho de encontrarte a blancos, por
supuesto… Sino que allí, en aquel Norte de donde todos los wazungu venimos,
hagamos sentir a la gente negra fuera de lugar.
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