miércoles, 19 de agosto de 2015

13.08. Gato negro

Tercer día de trabajo de campo. La mañana empieza como siempre: Me despierta la luz del sol atravesando las cortinas a las 7:00, preparo lo necesario para aguantar la mañana. Hoy me la juego. Me llevo una botella de agua, parece que hay más sol que ayer y la voy a necesitar. Digo me la juego porque la montaña está hecha para vejigas fuertes ya que encontrar un momento para perderse es complicado.

Creí dejar el ordenador cargando anoche pero la luz está apagada. En fin, quizás no lo enchufé bien... Cuando vuelva, que ya estará la electricidad funcionando (por las mañanas la cortan) lo pondré a cargar.

Hoy no tengo chapati para desayunar… y tampoco plátano. ¡Algo va mal!

Ibamos con nuestras risas mañaneras Enma y yo cuando de repente… ¡Zas! ¡Gato negro cruza el camino! Le cuento de broma a Ema la superstición de los gatos negros y seguimos riéndonos de la tontería. – Si ves que tienes miedo de que la montaña te pueda, cruza los dedos. Eso funciona. Lo hice yo el otro día conduciendo de noche y no me pasó nada - Dijo Ema.

Continuamos donde lo dejamos, cumpliendo con la programación establecida el primer día. En otros 3 días más tendré la montaña cubierta.


Lo que más me gusta de la montaña es su espontaneidad y a la vez su perfección. Cada rama, cada piedra cumple una misión. Aquí no hay escalones, hay raíces que brotaron de la tierra o, mejor dicho, la tierra destapó esas raíces para convertirse en escaleras. De aquí para allá revolotean suavemente mariposas de todos los colores y el ruido del agua confunde de vez en cuando la melodía de los pájaros.

Cogimos buen ritmo. Nos parábamos en cada punto importante, revisábamos el mapa y continuábamos. El terreno era plano (por lo menos no tenía complicaciones) pero hubo un momento crítico… Cuando uno de los encargados del Distrito dijo: “Up to Main line” y miré hacia arriba. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo pero conscientes de la que se nos venía encima bajamos el ritmo y “kidogo kidogo” (poco a poco) llegamos a la tubería principal. Intentando echar una foto a la cuesta, mi móvil probó por primera vez la rojiza y blanda tierra tanzana (maldito gato…).   


Una hora después sólo nos quedan tres puntos para visitar, que dejamos para el día siguiente. El trabajo de 6 días nos lo íbamos a comer en 3. ¡Ole!  

Comimos en Sofía y, ya en el hotel, decidí retomar una de las tradiciones españolas más saludables, echarme una buena siesta. Lo hice y cuando desperté ya era de noche. Y ahí fue cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. No había electricidad en mi habitación. No tenía batería ni en mi ordenador ni en mi móvil y sólo se me ocurrió una cosa... Sacar la linterna, mirar en el diccionario de suajili como decirle a mama Lioni que mi habitación no tenía luz y ponerme a escribir en mi cuaderno. Ahora leo fragmentos de lo escrito y me río pero lo pasé mal. A oscuras y oyendo ruidos fuera (probablemente de los monos).

Dicen que en los momentos jodidos es cuando más verdades dices y al borde de la desesperación no se me ocurrió otra cosa que escribir esto.


Gato negro... Mala hierba. 

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