¡Lunes! ¡Madrugón! Volvemos en autobús a Same después del
intenso domingo. Estábamos esperando en los asientos de atrás y comiéndonos
unas galletas que compramos a los vendedores que se ponen en las ventanillas de
los autobuses, cuando de repente se subió al autobús una mujer con un bebé,
tres niños pequeños y otros tres mayores a su cargo.
Fue la segunda vez que pensé: “Hay que echarle huevos para
ser mujer en África” La primera fue en aeropuerto de Addis Abeba, dentro del
autobús por la misma escena. Una mujer con un niño recién nacido colgando de
las espaldas con la típica bolsa de canguro (y cuando digo recién nacido estoy
hablando de que a lo mejor tenía un par de meses) y otros dos pequeños. Viajaba en avión a
Kilimanjaro igual que nosotros. Miguel le cedió su sitio del autobús para que
se sentara y fue la primera vez que escuchamos “asante” que es gracias.
Cogimos en brazos al pequeño de los tres, que a lo mejor
tendría dos años. Y se quedó dormido.
Y es que hay que echarle huevos. Las mujeres del Sur son las que
sacan adelante el hogar, son las que se pegan largas caminatas en busca de un
punto natural de agua, son las que van al mercado (que no siempre está a cinco
minutos de casa), son las que cuidan a los niños y, sin embargo, son las que se
encuentran en una situación de desventaja y subordinación desde hace siglos.
Hoy en día se está luchando por mejorar esta situación, lo primero, dando a
conocer los derechos de las mujeres, que para muchas son desconocidos; y lo
segundo intentando acabar con la discriminación a nivel local y general con lo
que se conoce como “perspectiva de género”
La situación poco a poco mejora pero queda mucho por hacer. Hay que seguir luchando por nuestros Derechos Humanos, cada uno por separado y todos en conjunto.
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